La noción de Patria en la filosofía Antigua

 · Verónica Natalia Antelo

La noción de Patria en la filosofía Antigua

El tema propuesto resulta demasiado extenso para un análisis sistemático. Me limitaré a poner foco en el comentario de La Ilíada, en el fragmento de Heráclito DK B44 y en la última parte del diálogo platónico el Critón, para evocar el sentimiento de la defensa de la patria. De ésta manera, se hará un recorrido desde la época arcaica hasta la Grecia Clásica.

El concepto de patria en la antigüedad está profundamente ligado a la idea de polis, la ciudad-estado. No solo era el lugar de residencia, sino el núcleo de la identidad política, social y moral de los ciudadanos. A su vez, la patria se entendía como comunidad política a la que uno pertenecía y por lo cual se debía luchar y sacrificarse. Un ateniense del siglo V a. C. consideraba a Atenas su patria. Siguiendo a Jaeger, para los siglos que median entre el fin del período patriarcal y la fundación del imperio macedónico de Alejandro, el estado equivale a la polis. Se trata de confederaciones de ciudades-estado más o menos independientes, y describir la polis griega equivale a describir la vida de los griegos en su totalidad. Por otro lado, Jean-Pierre Vernant explica que la polis y patria (πατρις) se equiparan, ya que en la mentalidad griega, la identidad del ciudadano estaba profundamente ligada a la comunidad política. Pertenecer a una polis era pertenecer a un núcleo de la vida social, religiosa y política. Y, ser desterrado o exiliarse significaba perder la patria, sin la comunidad política el individuo quedaba desarraigado y sin protección. Por eso, la condena al ostracismo en era tan severa. 

Ya desde la épica homérica hay ejemplos de patriotismo. Carlos García Gual afirma que en la Ilíada, Héctor, el defensor de Troya, es un héroe que no lucha por afán de gloria ni botín, sino que se enfrenta al peligro de muerte. Aún con fuertes sospechas de que no escapará de ella. Héctor lo hace por asumir un deber, la defensa de la patria y mantener su honor ante sus conciudadanos, con ese sentido de la vergüenza, o “aidós”, que es un rasgo esencial que caracteriza al héroe y a toda esta época de la cultura griega. Es necesario destacar que, mientras que otros guerreros luchan por la gloria y el botín como Aquiles, Héctor insiste en el cumplimiento de un deber hacia la ciudad y el amor a su patria. 

En el canto VI de la Ilíada se expresa la grandeza de ánimo y el valor cívico de Héctor. En este coloquio con su esposa, Andrómaca le suplica que no se lance a morir en combate. Sin embargo, por encima del amor a su esposa e hijo, está el deber de luchar por la patria. Héctor sabe que no tiene el privilegio de morir para que su comunidad sobreviva. Cuando muera, su comunidad caerá con él. Si bien, la caída de Troya (como la muerte de Aquiles) no forma parte del relato de La Ilíada; no obstante, sí es parte interesante de la fatalidad del poema. Sabemos que Troya caerá y este conocimiento forma parte, para nosotros, de la significación de la muerte de Héctor. 

Este héroe ha elegido ofrecer su vida en defensa de la patria porque sentiría vergüenza de desproteger a sus conciudadanos. Con ese gesto afirma que la ciudad (polis) es para un hombre superior a su familia (oikos) y su felicidad. Mientras que el divino Aquiles se retira del combate enfurecido contra Agamenón, sin importarle entonces que su abandono cause la muerte de muchos de sus aliados. Héctor es un ejemplo de solidaridad en un momento de agonía de su polis.

Al trasladarnos del universo épico de Homero al contexto histórico de los conflictos bélicos en la Grecia Clásica, se evidencia un cambio significativo en la configuración del escenario. La guerra desde el siglo VII a. C. en adelante, ha dejado de ser un escenario de las proezas individuales de los héroes, y tampoco se concibe ya como un deporte aristocrático donde ganan gloria los campeones más diestros en el manejo de las armas. La adopción de las nuevas tácticas hoplíticas transformó la dinámica del combate terrestre, al disponer a los soldados de infantería pesada en formaciones cerradas y densamente estructuradas. Estos avanzaban en líneas compactas, articulando sus lanzas y escudos de bronce en unidades cohesionadas que operaban como batallones disciplinados, maximizando la eficacia defensiva y ofensiva del conjunto. Ese cambio en la táctica guerrera expresa bien una profunda transformación de la sociedad y de la mentalidad colectiva. Es una gloria comunitaria y no individual, donde estos combatientes cívicos recogen en premio, a su virtud, por ese valor que llega al sacrificio de la vida por la patria. Considero que ésta estrategia de guerra, la falange hoplita, y el patriotismo en la Antigua Grecia están profundamente entrelazados. La forma de combatir refleja y refuerza valores fundamentales de la polis griega: colectividad, deber cívico, igualdad entre los ciudadanos y compromiso con la comunidad política. 

De manera correlativa, los filósofos presocráticos y clásicos consideraban que la polis era el espacio donde el ser humano alcanzaba su plenitud. Si bien entre los presocráticos no hay una reflexión sistemática sobre la patria, como en Platón o Aristóteles, algunos hicieron observaciones relevantes sobre la comunidad política y su relación con los ciudadanos. 

En el fragmento de Heráclito DK B 44 dice “Es necesario que el pueblo luche por la ley como por sus murallas. En esta cita se equipara la ley con la defensa de la ciudad, lo que indica que el orden jurídico es tan fundamental para la supervivencia de la comunidad, como las estructuras físicas de protección. Así como las murallas de la ciudad protegen a los ciudadanos y aseguran la unidad territorial de la ciudad, así la ley asegura el equilibrio que garantiza la armonía. El verbo que Heráclito utiliza (μάχεσθαι) luchar tiene connotación fuerte: no se trata simplemente de conservar la ley, sino de estar dispuesto a combatir por ella, como si de una defensa armada se tratara. Este llamado resuena profundamente con el ideal del ciudadano-soldado que caracteriza a la falange hoplita, donde cada ciudadano defiende, no solo el cuerpo de la ciudad, sino su alma legal. Sin estas leyes, que aseguran la cohesión de la polis, el orden social se desmoronaría. Por eso el pueblo debe luchar por el nomos como por sus muros. El patriotismo de Heráclito, entonces, es normativo y agonístico: se expresa en la disposición a defender el orden común como se defiende la integridad física de la ciudad.

En esta misma línea, en el Critón de Platón Sócrates expresa su lealtad a Atenas incluso ante la injusticia, argumentando que uno no debe traicionarlas leyes de la patria, ya que es ella quien ha formado al individuo. Consideramos que tanto en Critón como en la Apología, Platón está convencido de la rectitud de las leyes, ya que éstas son el resultado de un acto legislativo en la aceptación actual del término. El Critón se centra en la discusión acerca de si es justo o no escapar de la prisión y salvarse de la condena a muerte, encomendada por los jueces del tribunal, por medio de un soborno organizado por los amigos y discípulos de Sócrates. Se examinan los argumentos que presenta su amigo Critón, quien se deja llevar por la opinión de la mayoría.

Algo interesante que realiza Platón es personificar las leyes. A través de la prosopopeya de las Leyes de Atenas, Sócrates insistirá en la contradicción que implica haber predicado durante toda su vida en que lo más importante para los hombres es la virtud y la justicia, y también la legalidad y las leyes, y al mismo tiempo (y siguiendo la opinión de la mayoría) ir contra las leyes que dispone la polis. Sócrates se ve forzado por sus propios principios a aceptar una sentencia de muerte injusta.

Hay una aceptación de Sócrates del nómos de la ciudad, es decir, de la ley escrita humana. Consideramos que a pesar de las deficiencias del sistema judicial ateniense y de las injusticias que este pudiera llegar a realizar (como es el caso de su condena a muerte), el problema principal para Sócrates no radicaba en las leyes mismas personificadas en el diálogo, sino en los hombres, quienes son jueces y que las representaban:

 

“Pues bien, si te vas ahora, te vas condenado injustamente no por nosotras, las leyes, sino por los hombres. Pero si te marchas tan torpemente, devolviendo injusticia por injusticia y daño por daño, violando los acuerdos y los pactos con nosotras y haciendo daño a los que menos conviene, a ti mismo, a tus amigos, a la patria y a nosotras, nos irritaremos contigo mientras vivas, y allí, en el Hades, nuestras hermanas las leyes no te recibirán de buen ánimo, sabiendo que, en la medida de tus fuerzas, has intentado destruirnos” (Critón 54b8-c8).

 

La personificación de las leyes (51c-53c) compara el nómos de la ciudad con un padre al que se debe el ser y la educación, y al que no se debe desobedecer en ningún caso. Los conceptos de nómos y justicia se identifican, y no han sido las leyes sino los hombres, los que han hecho injusticia a Sócrates. La obligación de obediencia hacia Atenas y a su sistema normativo tiene un triple fundamento: el que no cumple es injusto porque, primero, olvida que la ciudad es su progenitor, segundo, no solo nació bajo la protección de sus normas sino que gracias a ellas se educó y crió; y por último, porque hizo un convenio tácito en obedecer. Entonces, o acata las leyes, o las persuade de que no han regulado bien los asuntos públicos. Este último es que cobrará fuerza en Sócrates al aceptar su condena. 

Para Sócrates lo ético es, un saber, el cual es necesario para una polis justa. Las consecuencias de no seguir las leyes de la ciudad serían nefastas desde el punto de vista moral, incitaría que el individuo puede violar las leyes cuando quisiera, y a su vez, se puede entender la ética socrática como estrictamente deontológica: la justificación última de su decisión de no huir es que va en contra de su deber moral. Es decir, que todo aquel que no siga las leyes de la ciudad, las cuales fueron aceptadas implícitamente por el hecho de vivir en Atenas, termina por volverse un destructor de las leyes o, lo que es lo mismo, un enemigo del régimen político de la ciudad. Juzgamos que Platón afirma que los legisladores establecen la ley considerando lo que es mayor bien para la ciudad, y que sin dicha ley es imposible gobernar en buen orden.

Si bien Sócrates no es un héroe como Héctor, consideramos que Platón muestra un Sócrates heroico en otro sentido. Es condenado injustamente, se mantiene coherente en el ejercicio de la virtud y defiende las leyes de Atenas, aceptando así a la muerte injusta. Y de este modo, es un modelo de ciudadano a seguir por los atenienses, evitando destruir la orden de la ciudad y una posible vuelta de la tiranía. Este planteamiento ético, se inscribe en una concepción profundamente política del sujeto ciudadano dentro de la polis.

La ley se convierte así en el equivalente simbólico de los muros de la ciudad: protege, delimita, y da forma a la vida colectiva. De ahí que el pueblo deba luchar por el nomos como por sus murallas. Sin ley, la polis se desmorona, no por invasión externa, sino por colapso interno.

Verónica Natalia Antelo




Bibliografía

-Cordero, N. Heráclito. Uno es todo, todo es uno. Ed. Colihue, 2018.

-Cordero, N. La dinámica de la polis en Heráclito. En Cuadernos de Filosofía. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, año XVII, nro. 26-27, enero-diciembre 1977.

-García Gual, C. Patria y guerra en el mundo antiguo. Revista de historia militar, ISSN 0482-5748, ISSN-e 2530-1950, 2005.

- Gómez-Lobo, A. La ética de Sócrates. Ed.  Andrés  Bello, 1998.

-Homero, Ilíada. Madrid, Ed. Gredos, 2001.

-Jaeger, W. Paideia. Los ideales de la cultura griega. México, Ed. Fondo de cultura económica, 1942.

-Platón. Diálogos. Madrid, Ed. Gredos, 2001.

-Vernant, J.P. Los orígenes del pensamiento griego (1962). Eudeba, Argentina.

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